Infelizmente tive que quase morrer e hoje andar de cadeira rodante para aprender o que falo agora.
Eu acho que é muito importante tomar conta dessa minha condição e, através da minha história, é possível
apreciá-la.
Embaixo deixo o texto do vídeo:
Creemos ser invulnerables a que nos sucedan eventos que catalogamos como “malos”.
Por ejemplo un estudiante nunca entiende el por qué de una mala calificación o la mayoría de los conductores tienen la convicción de que nunca se van a ver involucrados en un accidente automovilístico.
Cuando el médico me informó que tenía un noventa y seis por ciento de probabilidades de morir, y en caso de ocurrir lo contrario iba a quedar ciego, sordo, mudo, sin olfato, sin gusto y sin la posibilidad de volver a caminar, lo primero que me pregunté fue ¿por qué me pasa esto a mí? Esa pregunta solamente refleja el hecho de que uno se sienta invencible, invulnerable ante ese tipo de enfermedades.
No hay razón alguna para que un tumor NO me apareciera ni tampoco para que mi operación NO se complicara. Tampoco hay razones para NO haber sufrido un infarto al cerebro, no hay razones para hoy NO tener todas estas secuelas, por lo tanto mi pregunta estaba mal planteada desde su base.
Una monjita, la hermana Pierina, me enseñó que la pregunta correcta es ¿por qué a mí NO? Ahí me di cuenta de que yo nunca he hecho algo para volverme invencible, de hecho no hay persona capaz de hacerlo.
Entonces al igual que todos era vulnerable a que algo así me pasara, nunca me he ganado la invulnerabilidad.
Esto me hizo reflexionar mucho sobre mi condición de vulnerabilidad y llegué a la conclusión que la invulnerabilidad no es un don al que podamos optar ni es un regalo que se reciba como recompensa por nuestros actos, es simplemente una utopía que se escapa de nuestras manos.
Le pedí a una amiga y paciente de la clínica de rehabilitación en la que estuve, que me escribiera un email contándome sus impresiones cuando me vio.
Leerlo me hizo sentir escalofríos. Nunca esperamos que los demás tengan esa visión de uno, además que no somos capaces de vernos como realmente estamos porque siempre anteponemos frente a nuestros ojos el deseo de lo que queremos ver.
Se los voy a leer mientras comparto un video que grabaron durante su despedida.
“David, cuando llegaste a la clínica sentí curiosidad por verte porque se comentaba que venías muy mal y con pocas probabilidades de vida. Y cuando te vi casi lloré y quise salir arrancando y no verte más. Sentí miedo a la muerte. Presentía que en cualquier minuto dirían falleció el ingreso nuevo. Estabas muy demacrado. Tus ojos desorbitados. Un día pasé y me hiciste una seña con tu dedo. Te molestaba el ruido de la televisión y vi que tenias lágrimas en tus mejillas”.